CULTO CON EL SACRAMENTO DE LA SANTA COMUNIÓN I
INTRODUCCIÓN
Como discípulos de Jesucristo participamos en la Santa Comunión en memoria de la última cena del Señor con sus discípulos, en la noche que fue entregado. Es un recuerdo sagrado del sacrificio de Jesús por nosotros (Jn. 3:16). Cada vez que participarnos de los elementos de la Santa Comunión, proclamamos la muerte del Señor hasta que venga. Al participar en la Santa Comunión también celebramos el hecho de que Cristo ha resucitado y está presente en el mundo (1 Co. 15:3-11, 20).
Hay cuatro actos principales en la Santa Comunión, basados en los hechos de Jesús en el aposento alto: tomar el pan y la copa, la acción de gracias, el partimiento del pan y la invitación a compartir el pan y la copa.
SE COMPARTEN EL PAN Y LA COPA
Quien oficia, de pie detrás de la mesa del Señor, toma el pan y la copa, que han sido puestos sobre la mesa del Señor, y los prepara para la cena. Si la mesa del altar está fijada contra la pared, quien oficia podrá estar de pie al lado de esta o se podrá colocar otra mesa del Señor, movible, en frente de ella. Es tradicional que un mantel blanco cubra la mesa. Es también tradicional que el pan y la copa estén cubiertos con una servilleta blanca, con una tarjeta cubierta de tela sobre la copa o con tapas metálicas para las bandejas.
El pan podrá ser con levadura o sin ella. El uso de un pan no cortado, que más tarde se quiebra y se distribuye a la congregación durante el culto, sigue la práctica que Pablo relata en 1 de Corintios 10:16-17, y que simboliza la Iglesia como cuerpo de Cristo. Un miembro de la congregación podrá hornear el pan. Si el pan aun está envuelto o cubierto, quien oficia lo desenvolverá o lo destapará antes de proseguir con la gran acción de gracias, pero no deberá cortarlo o partirlo. Si se utilizan obleas o pan cortado en cubos, quien oficia les quitara las tapas o cubiertas.
Una copa grande, comúnmente llamada cáliz, es también símbolo de la unidad en Cristo. Si no ha llenado aun la copa, quien oficia deberá llenarla ahora. Si utiliza copas individuales, deberá quitar las tapas y sus cubiertas en este momento. Aunque la practica cristiana histórica y ecuménica ha sido el uso del vino, la Iglesia Metodista Unida y sus predecesores, desde finales del siglo diecinueve, han utilizado jugo de uvas no fermentado a fin de expresar el testimonio de la iglesia en pro de la abstención de bebidas alcohólicas. Además, esta práctica expresa nuestra preocupación pastoral hacia aquellos que se recuperan del alcoholismo y educa a los niños sobre las consecuencias del mismo.
LA GRAN ACCIÓN DE GRACIAS
De la misma manera que Jesús dio gracias por el pan y la copa, así también deben hacerlo quien oficia y la congregación. Quien oficia, con nombramiento y autorización para administrar los sacramentos en ese cargo pastoral, o algún otro presbítero ordenado, dirige la oración. Quien oficia estará de pie detrás de la mesa del Señor, con la congregación también de pie. Después de una letanía en la cual participan el oficiante y la congregación, quien oficia da las gracias apropiadas por la ocasión; recuerda los hechos salvíficos de Dios y la institución de la Santa Comunión; invoca la obra presente del Espíritu Santo y concluye con la alabanza a la Trinidad.
EL PAN
El tercero de los cuatro actos de la Santa Comunión, como el primero, es breve y preliminar al acto que inmediatamente le sigue. Es una serie de acciones simbólicas por las que se invita a la congregación a venir a la cena. Quien oficia, de pie detrás de la mesa del Señor, levanta el pan sin cortar o partir a la vista de la congregación y lo parte, ya sea en silencio o con palabras apropiadas. Si se utilizan obleas individuales o cubos de pan, deberá partir una de las obleas (preferiblemente una grande) o un pedazo grande de pan de donde proceden los cubos. Quien oficia levantará entonces la copa o una de las copas, en silencio o con palabras apropiadas.
Después de partir el pan, quien oficia podrá anunciar que la mesa está servida y que la congregación puede venir para que se le sirva, utilizando una frase como, por ejemplo, «Vengan, la mesa del Señor está servida».
EL PAN Y LA COPA
En el cuarto y último acto de la Santa Comunión, el pan y la copa se dan a la congregación tal como Jesús los dio a los discípulos. Tanto laicos como otros clérigos podrán asistir a quien oficia, en repartir los elementos. Quien oficia invita a recibir el pan y la copa a todos los que tienen la intenci6n de vivir una vida cristiana. La Iglesia Metodista Unida no rechaza a ninguna persona que se presente deseando recibirlos. Las personas podrán recibir los elementos estando de pie, arrodilladas o sentadas. Es nuestra costumbre servir a cada persona individualmente, mientras se comparten estas u otras palabras:
Nombre, el cuerpo de Cristo entregado por ti. Amén.
Nombre, la sangre de Cristo, derramada por ti. Amén.
o
El cuerpo de Cristo, el pan del cielo. Amén.
La sangre de Cristo, la copa de salvación. Amén.
o
Jesucristo, el pan del cielo. Amén.
Jesucristo, la copa de salvación. Amén.
Haga un esfuerzo por lograr que todas las personas se sientan bienvenidas a la mesa, especialmente los niños. Es particularmente efectivo mirar a la persona a quien uno se dirige, tocar su maño mientras se le da el pan y la copa y, si es posible, llamar a cada una por su nombre.
Al servirnos unos a otros, ponemos en práctica nuestra fe en que Cristo es el dador de esta Santa Comunión y que somos receptores de su gracia. Es
tradicional que quien oficia reciba el pan y la copa primero y luego sirva a aquellos que le ayudan en la repartición del pan y la copa. Si se desea, quien oficia y las personas que le ayudan podrán recibirlos al final. Uno de los asistentes podrá servir a quien oficia.
La congregación podrá cantar himnos mientras se reparten el pan y la copa. Hay muchos himnos apropiados para expresar en forma efectiva la Comunión en amor con Dios y entre las personas. El día o la estación del año cristiano y el conocimiento que la congregación tiene de himnos específicos son
consideraciones importantes en la selección de los himnos. Es particularmente efectivo cuando la congregación puede cantar de memoria.
Después que se haya servido a la congregación, se pondrá en orden la mesa del Señor.
El compartir el pan y la copa podría concluir con una breve oración de acción de gracias, después de haber servido a la congregación. En algunas ocasiones, el himno final podrá tener ese propósito.
Lo que se haga con lo que queda del pan y el jugo de uva deberá expresar
nuestra mayordomía de los dones de Dios y nuestro respeto por el santo propósito para el que han servido.
- Se podrán reservar para su distribución entre los enfermos y otras personas que desean comulgar, pero que no hayan podido asistir.
- Podrán ser consumidos reverentemente por quien oficia y otros, mientras se pone en orden la mesa o después del culto.
- Podrán devolverse a la tierra, es decir, el pan puede ser enterrado o esparcido sobre el terreno y el jugo podría ser reverentemente derramado sobre la tierra, un símbolo bíblico de adoración (2 S. 23:16) y un símbolo ecológico hoy.
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